sábado, 7 de mayo de 2011

El vértice de la mujer

Por Ramadán Arcos

Qué puede pasar más allá de un enfoque a la perspectiva de género, de un análisis coyuntural sobre féminas recluidas, marginadas, apagadas. Dónde cabe el grito de una artista por el reclamo al “derecho a” y “deber de”. Cómo pensar que un festival es el espacio para pensar en eso.

Emily Laliberte escribe poesía, narrativa, teatro, realiza performances. Es fotógrafa. Trae una suerte de documental absolutamente feminista. Cuatro mujeres canadienses, frente a la lente de su cámara, apelan a un cruce de discursos con tres cubanas. Mujeres y Revolución. Es lo mismo, pienso.

Las cubanas bien pudieron ser Celia Sánchez, Haydeé Santamaría, Lucía Íñiguez. Pero hay también Irina Díaz, Klarol García y Lucía Avilés. Trabajan en la Casa de Iberoamérica. Convienen con Emily en hablar alto, para que se escuche.

Me llama la atención que las ocho sean profesionales porque, al principio, Emily me habla de su interés en portar la voz de mujeres subvaloradas, sin privilegio, reprimidas. Entonces me explica que le resultó “cardinal que hablasen quienes se encumbran por sus ideas, sueños, deseos de reconocimiento”.

Las mujeres en Romerías –18 revoluciones por minuto– asumen esa mirada. Es, evidentemente, el tropiezo de preceptos de anticomunismo, anticolonialismo y antimachismo lo que mueve a Laliberte en función de la autonomía femenina. No es cuestión de Bamboleo con ¡Mujeres! ¡Eeeehhh! ¿Quién manda? Nosotras. Es el brillo sin sexo. Sólo brillo.

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