sábado, 7 de mayo de 2011

Dos maestros del cinematógrafo

Por Carlos Melián Moreno

Las Romerías de Mayo se conciben como un encuentro generacional donde maestros y jóvenes comparten opiniones. Por estos días, caminan por las calles dos experimentados del cine cubano: Rogelio París y Rigoberto López, opinando sobre esto y aquello, lo que les gusta y disgusta, e incluso sobre el olor a amoniaco que generan las esquinas de la ciudad.

Ambos tienen obras grabadas en el catálogo del cine cubano, y mucho qué contar sobre grandes rodajes, productores con mala leche, censores, buenos y malos tiempos políticos, boicots y dificultades económicas. Ambos tienen películas sobre la música cubana, leiv motiv de su participación en el evento cinematográfico La cámara azul.

Rogelio París, director de filmes bélicos –o antibélicos– como Caravana y Kangamba, comenzaba sus intervenciones sólo cuando el auditorio hacía silencio. Luego levantaba su dedo de orador y decía: “Kant, el gran filósofo, expresó: Dios está en los detalles”. Entonces, si alguien volvía a hablar, se detenía contrariado.

Rigoberto López, en cambio, además de tener una voz de largo alcance, se basaba más en sus dotes de convencedor y gestor de proyectos indetenibles, que caían por su propio peso. En sus exposiciones habló de la Muestra Itinerante del Caribe, que preside desde hace cuatro años y del documental Yo soy del son a la salsa, proyectado este miércoles en una pantalla del parque Calixto García.

París no detalló la suerte de su filme y ópera prima Nosotros la música. No ahondó en por qué –como comentó Jorge Ribail, coordinador del evento– de esa película sólo puede verse hoy fragmentos y prefirió hablar de conceptos más abstractos como su “teoría de la Tes”. En ésta, un individuo debe tener: talento, luego tenacidad, ser testarudo, y por último, metafóricamente, poseer una buena dotación de testículos.

Pero Rigoberto sí. Hizo la historia de su documental Yo soy del son a la salsa, cómo se convirtió en golosina, esplendor, y luego quiebra de un productor musical neoyorquino: que no sólo despertó ampollas entre la derecha cubana asentada en Miami, también entre músicos molestos con que el origen del género salsa se inclinara a favor de los cubanos en este documental.

De ésta coincidencia resultó una demanda a tribunales por la utilización de un tema no autorizado, el retiro de la película de cartelera y una multa de unos siete millones de dólares más la bancarrota, un tiempo después, de la productora, explicó López.

Siguió el taller de realización que impartió París sobre cómo hacer una película y sabe que lo más importante no es lo que se ve, sino lo que está oculto detrás de la historia. Sin ese componente, sentenció, no existe una obra de arte.

Posteriormente, el maestro López se marchó el jueves, y París siguió predicando su teoría sobre cómo asumir el arte… y la vida.

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