miércoles, 26 de mayo de 2010

GUAYASAMIN ES CUBA, CUBA ES GUAYASAMIN

Palabras de Pablo Guayasamín, hijo del pintor Oswaldo Guayasamín y presidente de la Fundación Guayasamín al dejar inaugurada la muestra expositiva del pintor de América en el Museo “La Periquera” como parte de la décimo séptima edición de las Romerías de Mayo.

Invitado por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) y un gran amigo, Eduardo Mederos, Pablo Guayasamín se encuentra en Holguín como uno más de esta ciudad oriental de Cuba. Humilde, gentil, casi desempacando guacales y sin el más mínimo inconveniente accedió a conversar en el programa “VSD…y de Arte” de Telecristal.

“No me podía negar, ni la fundación que lleva el nombre de mi padre se puede negar a estar presente cada vez que Cuba necesite de nuestra presencia aquí. Estaremos en cualquier rincón de esta isla maravillosa para aportar con lo que mi padre supo dar al mundo que es su creación plástica, su grito de los pueblos desposeídos y un grito de solidaridad” -Esas fueron sus primeras palabras en pantalla-.

Seis meses antes había visitado Cuba pero ahora está en plena fiesta de tradición y modernidad que celebra del 2 al 8 de mayo la Asociación Hermanos Saíz, de jóvenes artistas.

“En ese contexto me encuentro acá, muy contento, es la primera vez que estoy en Holguín, he venido a Cuba más de veinte veces siempre por trabajo, ahora estoy trabajando y disfrutando por un lado y por otro conociendo a este pueblo maravilloso”.

El hecho de exhibir obras de Guayasamín más allá de los circuitos establecidos en la promoción del arte ¿forma parte de los proyectos de la fundación que usted dirige o esta exposición en Holguín es una excepción?

“Definitivamente nosotros damos una gran importancia a las exposiciones que se hacen en los museos de mayor prestigio del mundo, en estos momentos hace diez días acabo de regresar a Ecuador después de haber inaugurado una exposición en Curitiba, Brasil, en el Museo Oscar Niemeyer; Niemeyer otro gran amigo de la Revolución Cubana, amigo del Comandante y amigo de mi padre. En ese museo, que es uno de los más bellos de América Latina está montada una muestra de Guayasamín.

Pero mi padre no solamente quería que las obras llegaran a estos grandes museos, sino a los pueblos, a los sitios más recónditos de la tierra y hemos empezado un ciclo de exposiciones en Ecuador que se llama “Guayasamín pinta a América”, y estos cuadros están recorriendo en estos momentos los pueblos más pequeños del Ecuador, es una muestra que nosotros aspiramos se realicen entre sesenta o setenta exposiciones en Ecuador. Igual como le damos una gran importancia a París o a seis exposiciones que acabamos de terminar en Estados Unidos.

Para nosotros Holguín tiene la misma importancia, porque los pueblos son los sensibles, no porque unos pueblos sean más desarrollados que otros se pierde esa sensibilidad, y creo que en estos pueblos pequeños pero que son grandes en corazón, es donde existe más sensibilidad que en los otros”.

Guayasamín es un apellido del cual se hubiera vanagloriado desde el más cercano al más lejano pariente del artista, sin embargo para sus hijos es un compromiso, una responsabilidad no faltar a la ética de Oswaldo.

Pablo usted ha dicho que su familia ha intentado ser alguien no en función del apellido sino por mérito propio.

“Por ejemplo, mi hermano es pintor y él firma "Juan Cristóbal", sólo con su nombre, para que no lo identifiquen con nuestro padre ni obtener triunfos por el apellido que lleva”.

Acérquenos a su familia, a su padre.

“Bueno siendo muy sucinto Guayasamín surge de un hogar muy humilde, tuve un abuelo chofer de taxi, mi padre una madre que vendía arroz y azúcar y productos por libras para mantener a diez hijos. Guayasamín, el mayor, vive y siente el hambre, siente la necesidad.

Empieza a pintar a los ocho años, a los veintidós se gradúa en la Escuela de Bellas Artes. No sabe sumar, no sabe restar pero ya está leyendo libros de gran envergadura, ya conoce como salta, como se mueve un saltamontes, ve como un colibrí está chupando la miel de las flores y está rodeado de belleza y de dramatismo. Belleza por todo el entorno que tiene la ciudad de Quito: sus montañas, sus volcanes, y dramatismo, porque las iglesias nuestras encierran un dolor trágico de ese Cristo traído por los españoles y de todas sus imágenes.

Mi abuelo cuando era tractorista, que fue en sus inicios como se ganaba la vida, le regala a mi padre piezas prehispánicas que encuentra al mover el tractor y siembra en él un amor y un respeto a nuestras raíces culturales más hondas, más profundas.

Con todo ese legado Guayasamín empieza a pintar, a proyectarse en el arte y a los veintitrés años recibe una beca de Nelson Rockefeller para exponer en los Estados Unidos y visitar los museos de ese país, una cosa que era totalmente insólita. Va allá y tiene por primera vez, este chico de escasísimos recursos económicos, la oportunidad de enfrentarse a las grandes obras maestras de los siglos XVIII, XIX y XX que estaban en los museos norteamericanos. Eso para él fue una de las experiencias mayores de su vida y se lo agradeció al imperio, pero el imperio pensó que lo había comprado y no era lo mismo porque, ahorrando mucho dinero recorre América Latina, siente su dolor, que no solamente fue el que vivió en su niñez, sino el que sentía el continente porque estaba igualmente plagado. Recorre desde México toda Centroamérica, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y ve que el dolor es el mismo.

Pinta 103 cuadros de este viaje y los titula “Huacayñan” -en quechua camino del llanto-, divididos en tres temas: mestizo, negro e indio. Con esta colección gana tres grandes bienales mundiales de pintura: Barcelona (1955-1956), Sao Paulo (1957) y la de México (1960), después de estos reconocimientos decide nunca más presentarse a un concurso de pintura.

Con el dinero de la Bienal de Barcelona recorre toda España y parte de Europa y encuentra que después de la Primera Guerra Mundial, de la Guerra Civil Española, de la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba en un permanente luto y eso pinta en los cuadros de “La edad de la ira”, o sea considera que el siglo XX es uno de los más violentos que le toca vivir a la humanidad: guerras mundiales, bomba atómica, Hiroshima y Nagasaki, el dramatismo más terrible, el hombre es capaz de masacrar al propio hombre.

Con formas y colores empieza a presentar un grito desesperado por la paz, por la no violencia y convoca a que nos demos las manos y que busquemos un mundo mejor para la humanidad”.

Oswaldo Guayasamín cuando iba de viaje decía: “Siempre voy a volver, mantengan encendida una luz". Esa frase está escrita a gran escala en la Fundación Guayasamín y la Capilla del Hombre.

“Definitivamente esa frase a nosotros ha calado y a la humanidad ha calado muy profundamente.

La Capilla del Hombre que se construye gracias al apoyo de Cuba, que tuvo una generosidad como toda la vida ha tenido; gracias al apoyo de Chile, de Venezuela, gracias a muchos amigos que pusieron el hombro para hacer realidad, como los cantautores de América Latina y España que se presentaron durante tres noches seguidas en Ecuador creando todo lo que se llamó “Todas las Voces Todas”, cantaron para recaudar fondos y construir este templo por la paz, esta capilla donde se adora no a Santos ni a Vírgenes que no sabemos si existieron o no, sino al hombre que ha poblado América Latina, al hombre que con su sudor ha logrado sacar a nuestro continente adelante y que estamos en la mitad de este camino con el pensamiento de Bolívar, Martí, de Alfaro… ya vamos, ya tenemos nuestros conductores: Fidel, Raúl, estuvo el Ché, Camilo Cienfuegos y ahora viene una nueva juventud que la encuentro acá reunida en Holguín participando en estas Romerías de Mayo. Me parece maravilloso”.

A nosotros también nos parece maravilloso que usted se encuentre en Holguín con la obra y el pensamiento de su padre, junto a nosotros los jóvenes de hoy, que alzamos la voz como Guayasamín, por un mundo de paz.

“Gracias al pueblo cubano, entonces gracias a Holguín por acogernos”

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